La Casa iluminada

«Si, como sostiene el humanismo, el hombre naciera sólo para ser feliz, no nacería para morir. Ya que su cuerpo está condenado a la muerte, su tarea evidentemente debe ser más espiritual: no el grosso involucramiento en la vida cotidiana, no la búsqueda de mejores formas para obtener bienes materiales y su consumo libre de preocupaciones. Debe ser el cumplimiento de un deber sincero y permanente, de tal manera que el viaje de la vida se convierta en una experiencia de crecimiento moral: dejar la vida siendo un mejor ser humano del que uno era cuando llegó.»

Fragmento del discurso del Nobel de Literatura,

Alexander Solzhenitsyn en la Universidad de Harvard 1978

Imagina que heredas una casa. Llegas, empujas la puerta y empiezas a recorrer el lugar para descubrir muchas habitaciones, algunas llenas y otras vacías, probablemente llenas de objetos que ya son viejos o que no usarías porque no les ves utilidad, algunos te llamarán la atención, aunque no sepas para qué se utilizan, y otros que con una limpieza pueden ser excelentes para tu nuevo hogar.

Ahora es tu casa, tienes la opción de decidir qué quieres guardar y qué no, poner más luz donde la veas oscura para poder ver y remodelar aquellas partes que no te gusten. El proceso será gradual y depende enteramente de ti, de tus decisiones.

El interior del ser humano es como esa casa, producto de la combinación entre nuestra personalidad (formada por el temperamento, componente genético, y el carácter que desarrollamos en el mundo)  y la conexión que establezcamos con esa guía que es nuestra alma, para habitar este cuerpo en este espacio tiempo que llamamos vida.

En ocasiones podemos sentir que algo va mal, que nuestra casa no funciona bien, o que hay partes que no nos gustan. Se nos puede ocurrir pintarla, sin mirar si lo que va mal proviene de humedad en las paredes, de grietas o de alguna basura que se quedó escondida, pero por más capas de pintura que pongamos, no se va a solucionar el problema si el origen es profundo. De la misma manera, no podemos buscar solución a nuestros problemas en el exterior, porque son sólo un reflejo de lo que sucede en nuestro interior.

Nos enseña la sabiduría perenne: como es adentro, es afuera.

Conocer nuestros defectos, aprender a escudriñar en el interior para encontrar el origen de nuestras emociones y aprender a manejarlas, es el proceso que necesitamos seguir para habitar en esa “casa interior”, y poco a poco, llevar luz a los lugares más oscuros de nuestra personalidad. Puede que nos cueste trabajo, pues el interior es un laberinto lleno de espacios escondidos, memorias que se guardaron sin que nos diéramos cuenta, que pueden hacer que nuestra vida presente esté llena de dificultades que no sabemos cómo resolver.

«No es posible despertar a la conciencia sin dolor. La gente es capaz de hace cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma.

Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad»

Carl Jung

¿Cómo se construye esa casa? Desde el instante en que somos concebidos, las células que van formando nuestro cuerpo empiezan a guardar memorias de las que no somos conscientes, muchas de ellas incluso vienen en la información de nuestro ADN. A medida que crecemos en el vientre de nuestra madre, en el cuál nos sentimos totalmente unidos sin poder diferenciar lo que somos sin ella, sus vivencias, sus emociones, sus pensamientos van dejando una huella en lo profundo de nuestro inconsciente que puede ser positiva o negativa.

¿Qué sucedió con nuestra madre y con nuestro padre durante el embarazo? ¿Se sintió sola, enferma, vulnerable o por el contrario se sentía segura y disfrutó del proceso? Esas circunstancias van influyendo en la creación de conexiones en nuestro sistema nervioso y dejando unas huellas que probablemente irán saliendo a lo largo de nuestra vida en forma de miedos, tristezas, heridas profundas, fracasos o serán el terreno propicio para que desarrollemos habilidades y fortalezas que harán de nuestra casa un lugar seguro con los elementos necesarios para lograr nuestras metas.

Como dice Joan Garriga, “Incluso los mejores padres, los más amorosos, son personas reales y, por tanto, imperfectas (afortunadamente)”; eso significa que nuestra casa necesitará múltiples reparaciones a lo largo de nuestra vida, y que su ambiente interior dependerá de la manera como miremos a esa historia previa a nuestro nacimiento, a las virtudes y defectos de nuestros padres y antepasados, y a las circunstancias que vayan marcando nuestra vida. La mirada que nos puede ayudar, es aquella donde podemos comprender que en realidad todos somos seres imperfectos que venimos a esta tierra para experimentar y aprender en un sistema familiar determinado, que tiene precisamente las lecciones que necesitamos para evolucionar.

Hay una parte de la casa que probablemente no podremos cambiar, como no somos capaces de cambiar el pasado, pero sí estamos en capacidad de transformar nuestra forma de mirarlo. Remodelar y limpiar la casa depende enteramente de nosotros, desechando los patrones emocionales y mentales que están obsoletos o que no nos sirven en el presente, para poder habitarla de la mejor manera posible y poco a poco, a punta de consciencia, lograr que se ilumine. 

Trabajar nuestra personalidad para ser cada día mejores seres humanos, sin duda no sólo hará que ”la casa” cambie, sino también que aportemos cosas buenas a nuestro entorno, a este mundo en el que vivimos llamado Planeta Tierra.

Nuestra consciencia es la herramienta mágica para “remodelar” y hacer que nuestros descendientes hereden una casa más habitable, iluminada y con menos patrones inútiles o dañinos, y que a su vez puedan transformarla para las generaciones siguientes. 

El trabajo empieza hoy, aquí, y es de cada uno de nosotros.

Marcela Salazar

Un comentario sobre “La Casa iluminada

  1. Entre mas leo mas quiero seguir leyendo
    Me enseño mucho la paradoja arquitectonica con nuestro ser y su complejidad igualmente como la comparacion regenerativa para que nuestra casa interior mejore progresivamente de acuerdo a las decisiones que tomemos o que no las tomemos
    Las reparaciones cuestan dinero y esfuerzo igual que nosotros que pagamos nuestra transformación con esfuerzos, tal vez dolores, y una inteligente y perseverante decisión
    Muchas gracias Marcela por este gran regalo que me enviaste,, voy a seguir esos procesos con alegría y mas sabiendo que vienen de ti
    Me encanta tu narracion y perseverancia
    Son las dos de la manana uy estoy feliz de haber cambiado el sueño por tus narraciones

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