El Mapa del Tesoro

Las huellas del pasado

Cuenta la historia que una joven y bella mujer solía tocar al piano cerca de la ventana de su casa todos los días, y un joven que pasaba por allí se enamoró de ella; cruce de miradas, música, un pañuelo bordado, coincidir en misa y las reglas de la época, son los detalles que dan colorido a la imagen original en blanco y negro que conozco del matrimonio de mis abuelos Alejandro y Alicia, y a la que puedo añadir unos pocos recuerdos propios de niña, y algunos de adulta para construir dentro de mí la herencia recibida de mis abuelos paternos.

Mamá Alicia como todos le decíamos, era una mujer que amaba las plantas, era vegetariana y dentro de mis recuerdos estoy caminando por su huerta con ella mientras me va contando las propiedades de cada una de las maticas que cuidaba con ayuda de mi abuelo. Nunca la vi tocar el piano, pero sí recitar poesías (alguna que otra en inglés y francés), y para mí siempre fue como un “lugar inalcanzable “ por el poco tiempo que la visitábamos. Puedo decir que siempre quise aprender a tocar piano y nunca lo logré por circunstancias de la vida, y de vez en cuando me sorprendo a mí misma en momentos de tensión o aburrimiento tecleando con mis dedos en un piano imaginario como si la memoria de mis músculos pudiera recordar algo que no está en la conciencia.

La madre de mi padre, la suegra de mi madre, mi abuela…la mujer que no estudió Medicina en una universidad, pero ante quienes muchas personas acudían en busca de consejo para aliviar sus dolencias por su gran sabiduría y experiencia, es una parte muy importante de mi árbol genealógico y a la que visito con mi imaginación cada vez que un detalle de mi propia vida me hace pensar que se activan los genes o las creencias que provienen de su línea familiar.

El recorrido por el Árbol genealógico es un viaje lleno de aventuras, con tantos descubrimientos como valentía tengamos para mirar lo difícil de las historias de nuestros antepasados: las cosas que no salieron bien, las tristezas, las culpas, las muertes prematuras, las tragedias. Mi experiencia me ha demostrado que cuando he podido cambiar mi forma de mirar una parte de la historia, respetar los destinos de quienes la vivieron y ser consciente de la lección que subyace, entonces es como si un tesoro que ha estado sumergido mucho tiempo en un mar de lágrimas de mis antepasados pudiera resurgir de forma casi mágica para que yo pueda disfrutarlo.

Otra rama, otra historia

Durante muchos años pensar en la abuela Lola, era, de alguna manera, sentir las tristezas de mi mamá, su vacío, el dolor de la enfermedad. Murió antes de que mi mamá se casara, y ella dedicó buena parte de su juventud a cuidarla a ella y después, a mi abuelo Pacho. Perseguía su imagen en las fotos, como intentando descubrir sus memorias, sus vivencias, la historia detrás, y atesoraba cada palabra y anécdota contada por mi mamá de sus papás, ambas figuras etéreas para mí. El anhelo hizo que de manera inconsciente «cambiara de lugar», y buscara ocupar el de mi abuela para poder cuidar de mi mamá y, que en un intento fallido por cambiar la historia, estudiara una carrera que ayudara a «sanarlas a ambas». Lo descubrí el día que llegó la noticia del accidente vascular de mi mamá, repitiendo la historia de mi abuela, el cual le produjo dificultades para hablar y una hemiparesia que superó gracias a su increíble espíritu.

María Gregoria Dolores, mi abuela materna, la abuela que no conocí pero que llevo sembrada en el corazón, nos dejó una hermosa herencia llamada Ana ( y es a través de ella que he podido conocerla) y una casa llena de tesoros inmateriales que saltan a la vista en cada recodo de la vida.

Mi mamá hablaba de sus galletas de nata, de sus “paciencias” y yo intuyo que su gran habilidad para la cocina provenía de la abuela. Olores, sabores, el espíritu que se esconde en medio de la cocina y la despensa antiguas y el libro de cocina con recetas de antaño, son como migas en medio del camino que conducen a las manos de la abuela. Me sorprendió descubrir raíces de una de sus recetas en la cocina castellana y me pregunto siempre dónde más la voy a encontrar en mis periplos por la historia familiar y sus tesoros. También los bordados mágicos de mi madre, los encajes y tejidos, su gran habilidad para la costura, son como hilos que conectan de manera invisible el corazón de las mujeres de la familia,  y que se expresan en la necesidad de mis manos de estar ocupadas todo el tiempo.

Muchas veces son las dificultades de la vida las que nos proponen retos y sacan a la luz habilidades escondidas, y hoy puedo reconocer la herencia de amor, compasión y generosidad que llegó de mi abuela a mí a través de mi mamá, y honro profundamente sus “dolores” que llevan varias generaciones pasando de mujer a mujer.

Las historias de amor siempre tienen capítulos distintos, unos más intensos que otros, unos desconocidos y otros muy visibles, y aunque existen muchas páginas perdidas o arrancadas de las historias, el resultado somos nosotros, es aquí en el presente donde podemos seguir escribiendo y creando capítulos nuevos para las generaciones venideras.

Mirar al pasado de manera consciente es comprender que no podemos cambiar nada de la historia, pero sí reescribir la nuestra con una visión más amorosa, inclusiva y sobre todo, responsable de la parte que nos corresponde. Es en ese momento cuando el cofre se abre, y podemos hacer uso de los dones sistémicos, esos tesoros de la sabiduría de nuestro sistema, fruto de las vicisitudes y retos que vivieron todos los que nos precedieron. 

Desde el fondo de un viejo corredor, surge el susurro de unas voces que vivieron, amaron y sufrieron, y que están hoy para recordarme que soy el producto del amor de miles. Hago acopio del valor de mi mamá y mi papá juntos, y con el mapa de mi sistema en la mano, me dispongo a recorrer el camino para descubrir todos los tesoros que hay disponibles para mí. 

Sus historias permanecen en el tiempo, y lo único que yo puedo cambiar es mi forma de mirarlas a medida que camino virtualmente por caminos similares que tienen sus propias lecciones para mi vida. 

La lección que susurran todos al unísono a través de las páginas de nuestra historia familiar se queda grabada a fuego en mi corazón: “El verdadero tesoro está en la forma de mirar”.

Gracias queridos abuelos, por permitir e inspirar este Camino de Transformación.

Marcela Salazar

P.D: El Taller «El Mapa del Tesoro», es un viaje por el sistema familiar que permite hacer conscientes las dificultades y los tesoros ocultos, y que se realiza de manera virtual; forma parte del ciclo de talleres «El camino de la Transformación», proceso de crecimiento personal basado en la Psicología Sistémica.

Para mayor información escribir a msalazar.el.faro@gmail.com

Un comentario sobre “El Mapa del Tesoro

Deja un comentario